En Octubre del año pasado me presenté al concurso #historiasdemiedo de la web literaria ZENDA. Autores, libros & cía. con esta historia.
Hoy la rescato para mi blog. Os presento a...
Moira
- Aún no ha vuelto la partida de caza. Ha atacado otro
rebaño. No salgas hoy, es peligroso.
- Sabes que debe recogerse al anochecer, además no
conseguirás tener el ungüento a tiempo, Filomena vendrá mañana por él - apenas
había terminado de hablar cuando cerró el portón de madera tras de sí. Aún
alcanzó a oír la última súplica de la anciana ya como un vago rumor.
Respiró
profundamente llenando sus pulmones de aire frío, cubrió con su capa su larga melena negra veteada
ya de canas y comenzó a alejarse
de la casa como hacía cada noche. Necesitaba alejarse del afán protector de su
madre por unas horas. Sentirse arropada por la oscuridad del bosque, donde
nadie podía hacerle daño, donde no sentía miedo.

- Moira...Moira...-le gustaba susurrar su propio nombre, que era también el de su madre, el de su abuela, el de una larga estirpe de mujeres que se remontaba a un tiempo en que no precisaban ocultarse, en que las mujeres como ellas eran veneradas y respetadas, se adoraba al sol, a la tierra y a la lluvia. A la vida.
En la aldea se la conocía como Martina. Su madre llegó allí
mucho tiempo atrás llevando a Moira en su vientre. Maltrecha, apaleada,
torturada y desterrada de su pueblo natal. Haciéndose pasar por viuda consiguió
salir adelante trocando remedios para distintos males por lo imprescindible
para sobrevivir. Conocía los secretos de las plantas, sabía cómo traer una vida
al mundo, sabía cómo impedir que viniese, sabía del amor, del sexo y de la
muerte.
Cuando dio a luz a Moira sabía lo que le esperaba. La maldad
e hipocresía humana. Quería protegerla de la esclavitud y el sometimiento a la
ley de los hombres. Pero ¿cómo proteger a su hija del precio que las mujeres
como ella pagaban por su libertad? Ocultó su verdadero nombre por otro común en
el pueblo y la mantuvo alejada de la gente.
Moira creció aprendiéndolo todo de su madre. Aprendió también a ocultar
sus dones, a ocultarse bajo los ropajes de luto y no llamar la atención. Pero
su naturaleza salvaje pugnaba por salir.
Seguía avanzando sumida en sus pensamientos. El camino
apenas se divisaba ya entre las hojas caídas y los helechos. Oía a lo lejos los
ladridos de los perros de caza. Podría recorrer cada palmo con los ojos
cerrados, ese era su hogar.
- ¿Quién es mi padre? -. Su
madre miró sus ojos verdes, la pequeña verruga de su mejilla cercana a sus
labios. - Eres hija del viento, por eso te saluda cada vez que nos acercamos al
acantilado.
Descubrir la verdad fue doloroso. Un hombre del pueblo,
rechazado por Martina una y otra vez, se cansó de recibir agravios y tomó por
la fuerza aquello que se le negaba. Después acusó a Martina de brujería. Pasó
un mes encerrada hasta que le arrancaron la confesión a golpes.
Moira apretaba el paso llevada por la furia. Sentía un profundo
odio por los hombres, por un mundo que pisoteaba lo que no comprendía.
Hacía tiempo que había dejado atrás el camino, avanzaba entre los árboles buscando con la mirada.
Ahí estaba. Sus ramas, retorcidas y combadas, por los años y
el peso llegaban casi hasta el suelo. Sus raíces entretejidas en el suelo le
ofrecían asiento. En un hueco del tronco se veía marcada una espiral. Moira
conocía esos símbolos, los había visto grabados en algunas rocas y había
aprendido de su madre el significado. Allí se sentía en paz.
Escuchó una rama quebrarse muy cerca. Notaba una presencia
en el bosque, una sensación que no le era desconocida pero que hacía tiempo que
no sentía. Cerró los ojos.
La despertaron las voces de dos hombres y la luz de un
candil que se movía en la oscuridad. Se acercaban cada vez más en esa
dirección. Moira se levantó decidida a huir.
Estaban ya demasiado cerca, la habían visto.
-¡Alto! ¡Quién va!
Cortaron el paso a Moira. Ésta dirigió su brazo hacia su
cintura por debajo de su capa, alcanzando su puñal.
- Mira quién tenemos aquí. Adela, la hija de Martina.
- Andará en tratos con el diablo, ¿no te lo dije yo? Estas
putas son todas iguales.
- Anduvimos todo el día en busca de esa maldita loba y nada.
¿Por qué no nos das una alegría?
Moira agarraba con más fuerza aún el puñal decidiendo el
momento de sacarlo. Sabía muy bien cómo usarlo, pero no tenía muchas
posibilidades contra dos hombres armados con escopetas.
Ninguno se dio cuenta hasta que fue demasiado tarde. Una
descomunal loba se abalanzó sobre uno de ellos y le desgarró la garganta. Moría
con los ojos desencajados, sintiendo el olor de su propia sangre.
La loba tenía la mirada fija en el que quedaba en pie.
Sentía el peso de la escopeta colgada sobre el hombro pero el miedo lo tenía
paralizado. De los colmillos del animal goteaba la sangre de su compañero.
Al fin logró correr monte abajo dejando caer la escopeta,
gritando aterrado, bajo la atenta mirada del animal, que permaneció inmóvil.
Moira se agachó a su lado y la acarició suavemente manchándose de sangre.
- Mi amada Morgana, temía que te hubiesen dado caza.-Se puso en pie de nuevo llevando su mano ensangrentada a la
boca, sintiendo su sabor metálico en la lengua.
- Si cuenta lo ocurrido,
madre y yo estaremos en grave peligro.- Hizo un leve ademán con su cabeza.-
¡Ve!
La loba salió tras su presa. Poco tiempo después los gritos
cesaron y se impuso de nuevo el silencio en el bosque.
-No es buena idea criar un lobo.
-Su madre ha muerto, no sobrevivirá. Nunca lo sabrá nadie madre,
deja que me la quede. La llamaré Morgana y siempre estaremos juntas-. Cómo
negarle algo a esa niña de enormes ojos verdes…a la hija del viento.
Obra regustrada con licencia Creative Commons. Código de registro: 1611089781750
Obra regustrada con licencia Creative Commons. Código de registro: 1611089781750
Moira. De Yolanda Fuertes para el concurso #historiasdemiedo de Zenda Libros.
Publicado en No todo son noches sin dormir el 27 de Octubre de 2017.
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