Soy Gata de biblioteca y ser humano en construcción, desde 1975. Casada con mi mejor amigo, soy afortunada en amores.
Comencé mi andadura por el carril reglamentario. Cometí mil errores en dos idiomas, hasta carrera hice, pero no gané. Del ombligo me crecieron tres soles que siguen en expansión. Pero en algún momento me envenené de sueños, salí del camino recto, y machete en mano ando desbrozando atajos. Nunca es tarde para volver a la niñez.
Crecí entre libros. Nunca me libré de ese veneno, jamás lo intenté. Formaron parte
del paisaje de mi niñez como una extensión del cuerpo de mis padres, como parte tangible, corpórea y logística de mi hogar. La “mesa” que
soportaba la cadena de música (el siglo pasado se necesitaba una mesa entera
para tal columna sónica y jónica…) se componía de una enorme caja de cartón a
rebosar de libros que no pasaron el “casting” para presidir la biblioteca. Biblioteca
que tiene a su vez doble fondo, donde se esconden aquellos que huyen de la luz
del día. Las estanterías de mi habitación rebosaban libros que
servían, entre otras cosas, para sujetar la sábana con la que me hacía tiendas
de campaña. Los periódicos que mi padre leía, en papel nada menos mis queridos
nativos digitales, me proporcionaron horas y horas de manualidades de todo tipo
años antes de la aparición de youtube, ahí… a golpe de imaginación. Había
libros en las mesitas de noche y la mesa del salón, sobre ella y dentro de ella,
que originalmente era también de cartón, pero cubierta por un precioso mantel,
no se crean…¡Y es que dan tanta estabilidad los libros! amueblando no sólo
cabezas, si no cualquier rincón del hogar. En una ocasión mi padre, por
entonces un tierno e imberbe treintañero, usó una pila de libros y una olla de
la cocina para improvisar una sonora alarma antirrobo, uniendo el estrambótico
conjunto a la puerta de la terraza.

Anidan pues en mi cabeza todo tipo de pájaros que tarde o temprano habían de rebasar la frontera y dar el salto al papel, si... bueno…la pantalla también es válida, aunque carente del misticismo del primero.
Un profesor de literatura, en tiempos en los que las humanidades aún no habían sufrido los recortes, me dijo en una ocasión: dedíquese usted a escribir Fuertes, dedíquese usted a escribir. Y aquí estoy, cumpliendo mi destino, que cuando a una le hablan de usted a los 15 tiernos años, el mensaje cala, vaya si cala.
No es el primer
blog donde doy rienda suelta a mis desvaríos. Soy autora de No todo son noches sin dormir con una temática muy distinta, que ha ido evolucionando conmigo los
últimos años. Sentía sin embargo la necesidad de reservarme un espacio para mis
lecturas, escrituras y literaturas.
Así pues, con
una legión de amigos y familiares que me doran la píldora alabando mi pluma y
un gato que ronronea a mi lado adormecido por el susurro de las teclas, considero
que cuento con todo lo necesario para iniciar mi andadura como escritora. Me
falta quizá una vida díscola entregada a los placeres y el alcohol por las
calles de París, pero se hará lo que se pueda por compensarlo.
Espero que les
guste, si hay alguien leyendo al otro lado, y se suscriban si les place, tanto a través del correo eleltrónico, como en la página del blog en Facebook.
Yolanda Fuertes.
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