Acomoda tu lengua en mi silencio,
lame la escarcha de mi ombligo,
incendia mi aliento gélido,
dibújame contra el frío que habita en
el ladrillo.
Devórame el miedo hasta el hueso,
cauteriza el hielo de mi tristeza,
vierte un susurro sobre mi pecho
abierto,
frena, advierte, respírame y…
bebe la tibia sangre que mana de la
herida abierta.
Yolanda Fuertes
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