Es la primera vez que dejo oír mi
propia voz en este blog. Hasta ahora han sido mis personajes los que han
hablado por mí. Les he dejado deambular por mi casa, haciendo y deshaciendo a
su antojo. Este castillo en el aire es más suyo que mío.
Sin embargo, hoy me he colado por
la puerta trasera, porque hay pensamientos que cobran vida propia y se van de
las manos. Una chispa, una palabra, un comentario que abre ese compartimento
secreto que ha estado tanto tiempo cerrado, prendiendo recuerdos y emociones.
No soy muy de efemérides, pero
esa ha sido la chispa que me ha hecho volar.
Tal día como hoy, el 13 de septiembre
de 1916, nació Roald Dahl. Siempre me gustó más conmemorar los nacimientos, que
recordar defunciones. ¿no tiene eso más sentido, cuando el sujeto nos causa
admiración? Fue un escritor inglés, que nos dejó sus novelas a niños y adultos.

Con su portada de rombitos azules
del círculo de lectores (gracias a mis padres lectores, mil veces gracias). Los
rombos azules ya eran harina de otro costal. "De 9 a 12 años. Para los que
se atreven ya con lecturas más complicadas." Decía la contraportada. Eso
te hace sentir muy, muy mayor.
Después un buen profesor, sí...de
esos, de esos, de los buenos buenísimos, que te hacen amar una asignatura, tuvo
la brillante idea de organizar una biblioteca en clase. Cada niño debía traer
un libro especial. Tras darle muchas vueltas, ya que temía por su seguridad,
tomé la decisión. Yo llevaría a Charlie, mi libro de mayores. Al final de curso
todos debíamos haber leído los libros de los demás, y ojo, que de aquella
éramos casi 40 en clase. Cuando llegó el verano, todos habíamos caído rendidos
ante el gran Roald Dahl.
Charlie acabó sucio, sus esquinas
machacadas, alguna hoja doblada. Pero aguantó el tipo tras enfrentarse a toda
una clase de ávidos lectores. Cuando volvimos los dos a casa le curé las
heridas y lo devolví a su lugar de honor en la estantería. Ulises volvía junto
a Penélope, a su amada Ítaca, tras innumerables fatigas.
A mis 43 otoños seguimos juntos,
nunca me ha abandonado, como los buenos amigos. Cientos de libros han pasado y
siguen pasando por mis manos, antes y después de Charlie. Unos los guardo como
un tesoro, otros pasaron sin pena ni gloria. Pero Charlie, me marcó para
siempre, y junto a otras cosas mariposas, fue una de las piedras sobre las que
construí mil castillos en el aire.
Tengo tres hijos, y ninguno de
ellos ha querido leerlo. Otros libros y autores les han robado el corazón, a
veces a los padres nos cuesta aceptarlo, pero ellos siguen su propio camino. Da
igual quién prenda la llama, mientras arda con fuerza. Aunque no pierdo la
esperanza, igual que mi padre no la pierde, con que algún día lea “Sinuhé, el
egipcio”. Dejándolo por ahí, a mano. Mencionándolo, así…como quien no quiere la
cosa, cuando me veía recorrer su biblioteca en busca de la próxima presa. Yo
hago lo mismo, lo mismito. Tanto recomendar fervientemente a Charlie, como
seguir recorriendo la biblioteca de mis padres en busca de nuevas presas. Hay
placeres que no hay que abandonar nunca.

Fascinar a un niño con un libro,
eso…eso es otra cuestión. Siento un gran respeto por los autores que ofrecen
literatura de calidad a los más pequeños, ya que están sentando las bases de
una sociedad lectora, con todo lo que eso implica. Mentes pensantes y críticas.
A día de hoy, pienso que hay
mucha ñoñería en la literatura infantil. Historias simplonas, sin sustancia.
Son niños, no amebas, necesitan retos, necesitan autenticidad. Pero hay autores
que consiguen encandilar a los más pequeños con historias vibrantes y
originales. Un gran mérito, teniendo en cuenta la cantidad de estímulos a los
que están sometidos, con las nuevas tecnologías. Estímulos intensos y fáciles,
muy fáciles. El libro se ha convertido en el plato de brócoli, en medio de un
buffet libre de comida rápida. Hagamos ese brócoli atractivo.
No les molesto más, espero
disculpen la intromisión. Abandono el castillo nuevamente por la puerta de
atrás, pero con su permiso, la dejo entornada...
Yolanda Fuertes
No hay comentarios:
Publicar un comentario