jueves, 25 de abril de 2019

DESAPARECIDA: Ganador II Certámen de relatos Librería Bravo.


Raquel caminaba de vuelta del supermercado con el piloto automático cuando reparó en un escaparate. Los niños necesitan ropa. Pero de repente sus ojos enfocan. Desobedientes se posan en la imagen disuelta en el reflejo del cristal. El abrigo trillado, el chándal; total…para limpiar, y las deportivas feas. Las monas mejor para salir. Kilos, ojeras y tristeza. Inmensa y rotunda tristeza.
Y Raquel entra en pánico. ¿Por qué? Cientos de veces atisbó de refilón ese reflejo, en ese mismo cristal, apartando a tiempo la mirada. Pero esta vez no se vio. No estaba allí. No podía ser. Se tocó el rostro como si pudiese buscar debajo, giró sobre sí misma, miró hacia un lado y hacia otro y al no verse la angustia se hizo fuerte en la boca de su estómago. En casa. ¡Eso es! Buscaría en casa, allí se encontraría. Traspasó la puerta como un huracán y buscó frenética. Abrió puertas y cajones. La colección de Amstrad de Enrique, los juguetes de los niños, los cacharros de la cocina… Ni rastro de sí misma. Buscó de espejo en espejo y los encontró vacíos. El corazón se le salía por la boca. ¿volvería a verse alguna vez? No podía más y llamó a la policía.
—Lo siento. Hasta pasadas 48h del hecho no se inicia la búsqueda. No se preocupe, en la mayoría de los casos es algo temporal. Si vuelve a verse avísenos.
Colgó el teléfono con el alma en un puño tratando de recordar la última vez que se sintió. Nada. Vacío. Decidió entonces mirar en los ojos de los demás, ahí debía estar la respuesta. Pero la búsqueda  fue en vano. Las miradas de familiares, amigos y conocidos solo le devolvían compras, plumeros y cubos de fregar. Insistió un poco más a ver si… Trapos, ollas al fuego y ropa de estar en casa. ¿Cómo ha pasado? Raquel sintió que se había perdido para siempre y derrotada se dejó caer en el suelo. Y entonces reconoció una forma familiar. Al fondo de un cajón abierto estaba su diario. ¡Su diario! Hacía años que no escribía en él. ¿Estaría perdida desde entonces? Tumbada en el suelo comenzó a leer. Sus sueños, sus poemas, cada idea, cada lágrima vertida, cada ilusión.
 
Cuando levantó la vista se vio. La primera reacción fue de ira.
—¿Cómo te has atrevido a abandonarme así?
—¿Ya no te acuerdas? Fuiste tú misma quien me echó de tu lado.

Las verdades duelen, pero curan. Con infinita ternura se abrazó, se perdonó y se juró lealtad. Volvió a verse en cada rincón de la casa, en cada espejo, en cada reflejo y en cada mirada, con el alma pintada de carmín y las deportivas monas. Las de salir.


Yolanda Fuertes